Sep 5, 2006

POEMA XXII

Mi mirada es tan ausente cuando puedo recordar tus ojos,
puedo sentirme puro siendo imperfecto.
Explicarte el camino que transitas,
es pedirme ir más allá de Dios y de lo que es vida.
Explicarte lo que eres, lo que soy sin ti, lo que soy por ti.

Explicarte lo que soy cuando mi mano transita por tu pelo
y me golpea con su aroma, estrangulándome con su propio lenguaje.
Explicarte lo que soy cuando me pierdo dentro de mí,
tratando de arrancar lo que es tuyo.

Explicar lo que significa fingir mentir y no sentir,
cuando muero de tristeza y tú me miras, y te mueres por negarte a ti misma,
por negarme lo que es mío, por decir que no me amas
y negar que no hay día sin que no se te encoja el alma pensando
en lo que soy por ti, y que puede ser ahora otro rostro el que contemplo.

Explicarte lo que somos juntos, lo que es el mundo por nosotros,
lo que es nuestra playa y toda la creación
inventada con tus besos y mis manos en tu cuerpo.
Explicarte que cuando seamos viejos me encontrarás,
y mirando a mis ojos dirás: te conocí tanto, mucho antes de que nacieras y no te ame.
Yo diré: llegas temprano para nuestra eternidad.

Amparo

Como si te hubiera conocido.
Flor de estaciones perdidas,
estrella de cielos distantes, ángel de paraísos lejanos…
Te llevaste la inocencia de tu edad inmadura,
retazos de corazones familiares.
Aún alumbras con tus ojos negros
las sombras de nuestras almas olvidadas.

Perteneces a mundos perfectos,
donde posas tu luz en jardines refulgentes.
Nunca vi tus ojos brillantes como cuando ahora y
te lloro por los momentos no vividos,
por las risas que nunca compartimos,
por tus consejos perdidos en sueños lejanos y tiempos medianos.

Te perdí mucho antes de conocerte.
Hasta que te encuentre en lugares distantes, sangre mía;
me dirás… hermano te estuve esperando, desde siempre…

Aug 30, 2006

AMOR

Te he vuelto a ver en otros ojos
y te he reconocido sin recordar tu nombre.

He vuelto a reír a carcajadas
y son otros labios los que me han besado.

Otros son los cabellos que describen
la pureza de un mundo que agoniza.

Te he vuelto a ver en mi pena que agota su último suspiro
y en la vida que niega mis revoluciones.
Te he vuelto a ver y no recuerdo ni tu nombre…

Poema II

En momentos de soledad,
te busco en mis recuerdos
para no sentirme solo,
para comprobar que existo,
para que renazca mi esperanza
encontrando tu mirada.

Pero mis recuerdos no son tus recuerdos,
y si te pienso es porque te quiero
todavía...
Y te busco en el olvido
para sentir que algún día quise,
y que no fuí siempre de piedra.
Porque sin ti, soy de piedra…
la piedra más frágil de este mundo.

Jun 29, 2006

PERDIDO

Acongojado, adormitado por la muchedumbre impenitente, en aquel barrio sin nombre, en aquel sillón aterciopelado de la única iglesia del pueblo me hacía sentir solo.
Oler la melancolía de muchas vidas es tan fácil cuando aprendes a amar más allá de una cara o una figura, cuando necesitas tocar más allá que dos manos o una cara, cuando sientes la necesidad de ayudar al niño que te pide ayuda o a la mujer que mendiga un plato de pan para el hijo.
Aquella noche se hacía más noche por mi imperfecta naturaleza humana. Me sentía resquebrajado desde el vientre de mi madre, perdido en ideas confusas, negando una vida, negando los años. Sentado en aquél sillón, mordiéndome los labios, sintiendo rabia, tristeza y miedo me preguntaba desde cuando la iglesia dejo de ser iglesia de Cristo para convertirse en el brazo inflexible de una sociedad capitalista, cuando perdió la lengua, cuando se volvió cobarde el hombre de roca, sucesor de Pedro, y los demás, para denunciar tanta injusticia, tanto atropello.
Aún sentado, perdido en el silencio de aquella iglesia mis lágrimas se hacían benditas con la esencia de algo, ese algo que se perdió en homilías sordas, descompasadas de la realidad.
Inhibido, tratando de ser normal en mis facciones, ahora parado, con las manos en los bolsillos, con la mirada perdida, me transfiguraba, perdía todas las defensas de una fe enclenque, la doctrina de una iglesia desconocida, tratando de buscar la verdad donde había dejado de buscarla, tratando de encontrar a alguien que perdí, al que perdí, lo más importante. El silbándome a los oídos me decía muchas cosas, tratando de coger su ritmo me perdía, distraído en el horizonte borroso de aquel barrio sin nombre.
Es tan fácil decir amar, ¿cuando amas?, como puedes amar algo cuando pierdes cada día, en actos duros, palabras que definen el sentimiento. ¿Cómo osas decir te amo? cuando permites que bajo tu mesa se escriba la miseria con golpes de indigencia y embriaguez, cuando te golpean, cuando te destruyen con dedos punzantes tu humanidad, cuando sólo ves sombras, cuando te encuentras encadenado, de espaldas a una luz tibia, liberadora.
Interpretas el amor, los sentimientos, cuando son pocos tus sentidos e incompletas tus respuestas, cuando vives ausente de ti mismo. Preguntándome en mi abandono, parado en aquella iglesia lúgubre, tratando de encontrar algo que perdí hace poco, talvez un amor egoísta que me hacia feliz, sentimiento incompleto de una existencia vivida a medias.
Tocando fondo, perdido hasta mi autodestrucción, me vuelvo, sintiendo el frío, parado inerte en la noche más oscura que pueda recordar, perdiéndome en el horizonte borroso de mi pasada vida, tratando de recuperar piezas de una existencia incompleta. Intranquilo receloso hasta de mi madre, tropezando con hojas rojas que vuelan hacia un otoño inmaduro, con más frío aún, mi cuerpo gravita entre dos mundos, los ojos idos, sintiendo el estado de nirvana, me pliego a una niñez pasada, a algo que pueda rescatarme de mi sufrimiento, negando mis revoluciones, negando mis ideas, perdiéndome en el horizonte de aquel barrio sin nombre. Vuelvo a casa.

ENCUENTRAME

Has sembrado inusitadas ansias
en el cuerpo que cobija mi cansado corazón.
Iluminada, más allá de lo absoluto,
crees ser dulzura perfecta, cansada amada,
tus labios me llevan a playas mansas de sol y luna,
de brisa y tierra color canela.
Anhelas la ternura, un verso,
un batido corazón que trajina con sus versos,
perdiéndome en lo tuyo, profanando tus suspiros,
encontrando letras vivas, amores, un verso y tu nombre.
Ajena, mujer ausente, hieres con tu risa lejana,
con tu vida incierta, desviada, distante.
Imagíname en un rincón de la sala, pensando, riendo, feliz,
y yo te buscaré en mi pecho abierto,
buscando tu risa,
buscándome en el rincón donde me encuentras

Jun 2, 2006

CONCIENCIA

Has nacido para ser la voz del silencio,
para herir de muerte a la ignorancia,
Naciste para mí, y yo nací para el mundo.
Después de todo, eres más que tú misma,
un pedazo de contradicción entre los hombres,
eres nada más que nada, eres como yo vago y peregrino,
como el tiempo.

Te encontré en una fría noche de mi vida,
entre voces y quejidos, entre orfandad e hipocresía,
pero he logrado ser feliz en la desgracia.
Me presenté como una negación entre tus labios,
al descubrir tus ruines mitos cavernarios…
¡A conciencia!
¡Te has negado tantas veces
y tantas veces te he cantado…!

PARECIDO A EL

Sólo dejaba en el taburete una crema de dientes y su cristina. Su ropa militar la llevaba a lavar, aprovechando el tiempo de descanso.
Un “carajo” lo devolvió a la cuadra, al voltear, vio la cara deslucida del sargento Malqui quién le prometió, al regresar, un par de bofetadas por haber sido el último en salir de aquél ambiente.
Malqui pudo dar los golpes en ese momento, pero se sintió cansado, y hasta encontró un sin sentido a los golpes y a los gritos, cosa que había sido su trabajo en estos 17 años de reenganche en el ejercito.
- ¿el trabajo dignifica? – Se preguntó - No. Ahora sé que no todos los trabajos son dignos – pensó –
Como lo hicieron con él, enseñaba a sus reclutas a querer a la patria a punta de golpes, mierdas y “carajos”; de sembrar una envidia perversa frente a sus países vecinos y bloquear su capacidad de razonamiento al habituarlo a la frase de:” ¡un soldado no piensa, obedece!”.
En su juventud no hubiera dudado en ningún momento defender, en caso de guerra, a su patria. Ahora lo dudaba, su amor se había desvanecido como el aroma de un vino al ambiente, obedecer a generales inmorales lo decepcionaba a cada momento.
Disciplina era lo que había buscado siempre de la vida militar. Nunca pretendió exigir a la vida condolencia, a pesar de que nunca conoció el amor de su padre, ni el pan a la hora esperada, ni la atención de una madre desesperada, ni la educación - más extraviada que nunca - y todo lo bueno de esta vida, ausente para un pobre.
El ejercito significaba en su juventud la disciplina que necesitaba, muchos jóvenes de su edad se entregaban a los vicios pueriles de una realidad ingrata, la falta de oportunidades hacían de estos humanos retazos de una existencia inútil, vacía de todo futuro.
La acuciosa reflexión, relativa al pan que llevaba en el estómago, hizo que se decidiera enrolar al ejército y encontrarle una razón a su vida, darse una oportunidad de ser alguien y para algo.
Sin embargo, estos 17 años fueron, para decepción suya, el reflejo de su infancia triste, ahora sin padre ni madre, sin la risa de niño, sin afecto.

Caminaba, dejaba el asfalto del patio principal y se dirigía a la cantina, siguiendo la marcha arrítmica de tres soldados. Allá, tenía la difícil tarea de posar sus reflexiones en un vaso de agua, refrescar el alma con un poco de todo y un poco de nada. Sentado en la mesa del rincón, solo junto a la ventana que daba a la oficina del general se sentía solo, lejos le parecían los días en que, cristina en mano, saludaba con honor a sus jefes.
Al terminar el último sorbo de agua comprendió que en esta vida había necesitado más dignidad que disciplina, sintió pena por eso; mirando su botas relucientes se paró, dejando caer la botella se dirigió a la salida sin pestañar, estaba como ido, poco a poco dejó de percibir el ruido, el frío del aire invernal, y hasta pensó que desmayaría, pero su cuerpo lo dirigía reciamente hacía la puerta que daba a la calle.
Inhibido hasta el extremo, pensaba, sólo pensaba. Trataba de enumerar todas las patadas e improperios que había recibido y dado en estos años de servicio. Todo lo que había buscado se lo arrebataron y arrebató a los demás.
Recordaba años posteriores, muy anteriores a la vida militar, recordaba la ciudad natal y a su madre enferma, las navidades tristes, los cumpleaños sin velas, los días sin amor, la escuela irritada por los niños, los amores idos y los besos que nunca dio.
Siempre en sueños sonaba la campana de su pueblo, perdido en el olvido, la canción de una madre desesperada, dulces melodías que terminaban por acompasar un himno nacional, símbolo inequívoco de que el sueño moría en el amanecer de un día.
Frente a la cabina de vigilancia se detuvo abruptamente, había recordado la cara del soldado Trujillo, pálido, con los ojos del color de la sangre y su lengua, que fuera de la boca parecía tener un largo impresionante.
Sintió su frente fría, temblaba. Dando una media vuela militar, fue resuelto hacia la oficina del general, frente a ella toco la puerta turbadamente:
- ¡reportándose mi general! – saludó Malqui –
- Lo esperaba Sargento – respondió el general – ¿y ahora que le diremos a sus familiares? ¿que no soportó la disciplina militar? - preguntó –.
- Que no aguantó los maltratos –susurró Malqui –
- ¿Qué dijo?
- Nada mi general – respondió –
Malqui sentía que el alma se le acurrucaba por la tristeza, pero a la vez, sentía un odio incontrolable acrecentarse dentro de él, que hacía temblar su cuerpo.
- Si no hubiéramos hecho su vida tan miserable, talvez no se hubiera colgado – expresó con ira -
- ¿Por qué lo mando a la cuadra en la hora de marcha forzada? – gritó el general –
- Pensé que descansar le haría bien…
- ¡Un soldado no piensa sargento, obedece! – respondió, chillando la voz – Ahora, retírese de mi vista.
- ¡Si mi general! – respondió - .
Dando un giro se retiró.
Mientras se alejaba, sentía que en cada paso se le iba algún recuerdo, talvez el de su pueblo, o el canto de su madre desesperada.
Desde aquél día, y por muchos años, solo tendría en su mente la imagen fija del soldado Trujillo, colgado con una soga en el dintel de la cuadra, con sus ojos color sangre y una lengua que parecía llegar hasta el suelo.

May 15, 2006

VOLVER HACIA MI

Hoy arrojo mi despedida al viento,
no puedo pensar más en tu amor,
hoy quisiera recuperar la vida que llevaste;
regresar del tiempo cuando marche con tu recuerdo,
encontrarme y retornar hacia mi,
dejando atrás lo que significo tu amor, regresar del destierro,
del país que significo tu amor,
donde nunca entendí tu idioma, tu mirada, ni tu alma.

No se si podré olvidarte, lo sé,
pero no quiero seguir siendo tuyo sin ser tuyo,
quisiera pertenecerme.
Regreso y quisiera hacerlo solo, sin mirar atrás.
Imaginar que nazco hoy y que mi nombre no te pertenece.
Quisiera regresar con la amnesia eterna del pasado,
olvidándome de ti, vivir sin tu amor…

DESENCUENTROS

Estaba a punto de recoger un billete de 100 soles que deambulaba por la acera, pero alguien lo “atrasó”, amagó tras su espalda y de un zarpazo se adelantó a sus reflejos.
- ¡miserable! – murmuró – ojala lo disfrutes.
¡Y yo que pensé que iba a tener un buen día!

Hablaba todo esto cuando de repente recordó que Nancy lo estaría esperando en aquella iglesia colonial, de cúpulas anaranjadas y portones inmensos, de grandes jardines frontales y paredes laterales sin ventanas.
- me dirá que no quiere saber nada más de mí – expresó - , lo merezco por imbecil… ojala que se consiga algo mejor que yo, en fin, sabía que no iba a durar.

Esa forma de emitir juicios le provenía de una rebeldía que desconocía, o al menos parte de él.
El billete perdido le hizo recordar lo poco que había ganado y lo mucho que había perdido en esta vida.
- El destino se burla de mi ¡carajo! – replicaba – mañana me baño con ruda por todos estos años de mala suerte.

La realidad es que estos años para Carlos habían sido muy duros, pensaba que la vida Universitaria lo había adormitado intelectualmente y de alguna manera había recortado o aniquilado la ilusión de convertirse en un insigne escritor y que la estupidez más grande de su vida fue entregarse a la voluntad de su padre.
La vida le parecía basura, y no podía esperar más el fin de semana para contárselo a “fallo Renato”, el amigo tronchero que le hacia la “taba” en esos viajes existenciales o de submundos.

Los patas sanos no me sirven, que ellos sigan especulando sobre el mundo, yo no necesito recordar esa mierda – decía – mientras el “fallo” le preparaba un cigarrito de marihuana…

Nancy, sentada en el banquillo del jardín frontal, esperaba 20 minutos más de lo pactado, pensando en su retrazo y en la falta de entrega para que la relación funcione.

- nunca debí llevarlo a casa, con lo extraño que es, y los amigos que frecuenta… ¡no me lo imagino como abogado¡ - pensaba –

Carlos era bastante divertido y extrañamente inteligente, sincero en lo que decía y, perversamente inocente en sus conceptos religiosos, algo vago para decir cosas bonitas, pero así lo quería y por eso pensaba darle otra oportunidad.

- ¡no me falles por favor! – murmuraba… -.
Las cosas para ella en estos años resultaban una negación a la vida de Carlos.
Con una preparación poco técnica y casi nula de conceptos medios, propio del conocimiento universitario latinoamericano, había logrado retener un trabajo bien remunerado, poco fatigoso y socialmente digno.
Sus rasgos de tipo anglosajón, la seguridad que tenía de ser bonita, más la espontaneidad de su carácter hacían de ella una ilusión pura y perturbable para casi todos sus amigos, que llegaron a fantasear o dedicarle poesías, rosas o chocolates.
Ciertamente le gustaba alimentar su ego en desprecios que de ves en cuando hacía a ciertos pretendientes que no cumplían su confusa receta para ser feliz. Lo cierto es que le parecía muy extraño que su famosa receta tampoco la cumpliera Carlos, quien se presentaba con un currículo antitético de su hombre ideal.

Recordaba lo mucho que le había sosegado la vida y cuanto la quería aún, pero había sembrado ya la férrea estrategia de no suplicar y así lo haría.
- que supliquen por migajas los políticos de mierda, yo no – decía Carlos – no puedo forzar que ella se quede conmigo.
Esta actitud, que ha Nancy le parecía muy desagradable, la había heredado de de una madre dura para los afectos maternos. También lo debía a la escasa explicación que hallaba a ciertas maniobras que su padre, alcalde de la ciudad, hacía para obtener dudosas utilidades, aprovechando manejos de su competencia.
Doblaba la esquina cuando terminaba sus elucubraciones, cuando en el momento paró de caminar, volteó la cabeza y observo que todas las personas dirigían su mirada a un nuevo anuncio publicitario. “Sólo ofrezco honestidad, las obras vendrán después” era el mensaje, y el producto su padre, quien postulaba a la reelección.
- hablando del rey de roma – decía – ofrece otra huevada que se pueda creer pues,
- si no me dieras para mis gastos, hace rato te hubiera dicho algunas cosas – exclamaba –
Carlos concluía su prosa con una pena, y no era por su padre sino por el mismo.

Trataba de recordar algún momento en la cual la convivencia con el padre había sido afectivamente satisfactoria y no la encontraba.
- como puede querer al pueblo si no quiere ni a su hijo – decía –
- al menos yo amaba a la gente cuando era adolescente y lo aprendí leyendo un libro que ahora ni recuerdo.
Creo que era grueso y muy antiguo…
Nadie sacaba de su cabeza que Nancy lo dejaba por otro, y no la odiaba por eso.
Por lo demás él le era infiel cada cierto tiempo, cuando disfruta de 12 minutos de placer por el módico precio de S/. 15.00. sin contar claro, el colectivo y la entrada.

- Me confieso una chica centrada, pero valla que Carlos me ha puesto de cabeza – decía – no pienso ponerle “peros”, que diga que me ama todavía y lo seguiré hasta el fin del mundo – replicaba –
Nancy no podía creer lo que decía, podía tener a cualquier joven que quisiera, pero lo quería a él, y no pensaba dejarlo. Resultaba difícil, pero había creado una fijación anormal por el cariño de quién representaba una llaga en la piel moral de la sociedad, de las buenas costumbres y de la “convivencia”.
Recordaba las pláticas extrañas que tenían a menudo y los nombres que sacaba a discusión, ella se hacia a la idea de que eran músicos de esa moda Harcore, pero no,
- ¿Quien será Nietzsche?, algún guitarrista fumón, medio loco como Carlos – decía
¿Sartre?, ¡ah! él sí. Un escritor.
Nunca le prestaba la atención debida y pensaba que aquellos hombres eran líderes de una secta negra que iba contra todo pensamiento positivo.
- Nunca comprenderé lo que me atrae de él, pero sé que lo necesito, siempre lo necesité, tal ves cada persona necesita a uno como Carlos.
- reflexionaba: - ¿Pero que estoy diciendo?, me estoy volviendo loca – murmuraba -.

Volteaba la esquina y seguía pensando en el cariño de su padre y en la dulzura de la madre cuando de momento alzó la cabeza y estaba ella, a menos de 15 metros; de repente alguien muy bien parecido se acercaba a ella y la tomaba de los hombros. Aquel gesto aceptado de manera natural por ella hizo que Carlos entrara en una crisis de inseguridad y de verdadero odio.
El joven, muy parecido a ella, la sacaba de su espacio y la invitaba a subir el auto. Carlos no caminaba pero sentía que sus ojos llevaban su atención en aquella escena y la congelaba.
Nancy, en el momento, volteó la cabeza y lo miró. Haciendo un gesto de muy tarde, lo condenó. Luego hablamos – susurro de lejos - y se disponía a entrar al coche.
Carlos olvidándose por completo de sus muy juiciosos razonamientos, amagó la cabeza hacia delante y con una expresión que hacía trabajar todos los músculos de su cara, dibujo en sus labios una frase que nadie escuchó pero se entendió en todo el parque: “andate a la mierda”.
Carlos giro hacia atrás fuera de si. Había olvidado en lo que venía pensando y en el porque de su día.
Nancy había olvidado la razón de su espera y de momento sintió que parte de su vida ya no la recordaba. Subió al auto de su primo dignamente, dejando regados los recuerdos de un amor, de una vida que no comprendió, internándose en el sueño de viajar muy lejos.

May 12, 2006

Para la luz de mi Universo

Al despertar de un sueño te contemplo ¡madre mía!,
mientras ofreces los párpados a tus recuerdos.
Cobijas tu vientre tibio con un delicado abrigo
como quien piensa que todavía me tienes dentro de ti.
Adoro la vida porque sueles ser como ella.
Adoro el amor porque fue contigo que aprendí a decir te quiero.

Tu dolor es la tristeza que me agobia y
que sólo sabe aminorar tu sosiego.
Eres tiempo de luz, luz que alumbra mis espacios vacíos.
Moriría por verte vivir, resucitaría para verte vivir.
Cuantas veces al verme triste profanar quisiste
mis pensamientos.
Por no verme triste la luz de tu alma me brindaste y
una canción clara y diáfana me cantaste.

Si tú pensaras en dejarme, mi alma al aire retumbaría
y en la cripta de tus dulces besos lloraría en el oscuro día
de tu eterna despedida…

¡Madre! Si al rememorar mi futuro
no encontrara tu sonrisa, las agraciadas
flores de mis nobles sentimientos llevarías.

Recuerdo cuando tus risas de mediodía
alegraban la dulce morada y hoy
que todavía te tengo no extraño más nada que
mi infancia, cuando sin ningún prejuicio de hombre
tu dulce mirada abrazaba.

CLAUDIA


Todo parecía ser como antes, salvo por un detalle. Ella ya no era una niña.
La verdad es que comparándola con la demás mujeres que bordeaban su edad, Claudia parecía tres años mayor; no sólo por sus formas esbeltas y esa cara de mujer sensual, sino, por su manera de tratar a los demás chicos de su edad.
Yo la veía jugar, cuando todavía quería ser niña, y luego, enamorarse, cuando quiso ser mujer. No podía negarse nada. En realidad nada le faltaba, salvo el consuelo de un padre que muriera el día en que la vi nacer ante mis ojos.
El día que la conocí fue la última vez que vio a su padre vivo. Pálido - como todo muerto - pero con una expresión de felicidad extraña que, sólo encontrara el día de su muerte. La gente que lo conoció en vida nunca pudo recordar sonrisa tan sincera como la de aquel día, Sus ojos color miel eran impresionantes, su pelo describía una ruta zigzagueante que llegaba a estremecerme; delgada como la vida y toda envuelta de una rara aureola, más parecía un ángel que llevaba a un pobre infeliz a la misericordia de Dios.
Desde aquella vez sólo pude verla algunos meses después. Su familia la había mandado a vivir con unos tíos del sur, con la finalidad de aliviar sus penas del alma.
Pude comprender eso, pero no su rápida transformación de niña a mujer; fue como si una fuerza endógena la hubiera obligado a ser otra, en forma y en fondo. Casi no la pude reconocer.
Fue algo extraño. Caminaba un día sin rumbo por la casa donde vivía con su familia y no la vi. Sólo al regresar note que alguien me miraba desde una ventana cuyo marco de metal parecía abrirse por la luz que emanaba del interior. Era casi de noche.
La verdad es que siempre pasaba por aquella calle, nada más por saber alguna noticia de ella.
- ¡Deja de perder el tiempo! – replicaba Carlos, cada ves que me veía salir de casa para renovar mis votos peregrinos.
Era un gran amigo a quien conocí desde la infancia. Nunca más lo vi en esta vida, desde que se casara para ser infeliz.
Apenas podía verla. Como aquellas ves, parecía cubierta de una aureola rara. Quise entenderlo como un efecto de la luz que la alumbraba por detrás, y traté de no pensar más. Fue una mirada que duró pocos segundos, pero me bastaron para saber que había cambiado.
Pudo resultar esotérico lo que sentí, pero sucedió y me basto. Fue una observación interna. Mi alma miro a su alma y, por un momento me sentí dentro de ella. Comprendió que no podría saber más de ella y giro hacIa el interior, con una sensación de haber perdido algo. Tal vez un recuerdo de su padre, al que siempre miraba con tristeza sin saber porque. Sólo se juro no ser como él, un desdichado que nunca encontró alegría en la vida. Don Luis fue uno de esos pocos hombres que logra comprender que el mundo es una miseria y que el ser humano es un extraño género que se socializa para vivir solo, por su cuenta. Fue por eso quizás que le sonrió a la muerte con tanta gracia, agradecido por el favor que le hacía de morir.
Fue una transformación casi total. Su delgadez se había convertido en un recuerdo; el resplandor de la luz que la alumbraba por detrás, hacia que su figura contorneada se exhibiera en su totalidad. Había dejado además las ropas de luto, para usar blusas de manga corta y jeans ajustados.
No podía controlar mi respiración y traté por un momento de tranquilizarme, pero no pude. Al voltear a recoger mis pasos sentí que las lágrimas me bajaban por las mejillas. Sólo pude explicarlas con un: “la perdí”.
A menos de dos cuadras contradecía esta aseveración preguntándome: ¿con cuando fue mía?